La inflación de España duplica la europea por su mayor dependencia energética y los altos impuestos
La inflación en España, actualmente en niveles no vistos desde 1985, es una de las más altas de la eurozona, pese a que la guerra de Rusia en Ucrania está teniendo consecuencias en los precios para todo el Viejo Continente por el desabastecimiento de productos que está provocando. Los motivos de esta marcada diferencia con sus países vecinos son su fuerte dependencia energética del exterior y los elevados impuestos que el Gobierno se resiste a bajar pese a la delicada situación de muchas familias, agravada por la escalada de los precios de la luz, el gas y los carburantes.
Los datos son muy reveladores: España compra más del 40% del gas a Argelia y casi el 17% a Estados Unidos, mientras que el 18% del petróleo que consume viene de Nigeria, el 13% de México y el 10% de Libia. Eso significa que su factura energética está disparada y eso se nota en los costes de producción. En febrero, la tasa anual del Índice de Precios Industriales (IPRI), que recoge los precios de venta a salida de fábrica, se situó en el 40,7%, cinco puntos por encima de la registrada en enero y la más alta desde el comienzo de la serie, en enero de 1976.
Para Juan Manuel Martínez Méndez, socio responsable de macroeconomía de la consultora Ernst & Young, el desbordamiento de la inflación no es sólo por culpa de la guerra, ya que ya estaba muy alta previamente ante la rotura de la cadena de suministro por la pandemia. Si se le suma el conflicto bélico y la huelga de transportistas, es «más madera», agregó.
Este experto incide en la importancia de la energía en el IPC español, precisamente por ese elevado suministro foráneo, al tiempo que los precios tienen un componente fiscal muy elevado, explica. Según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), el Gobierno podría recaudar entre 3.000 y 3.500 millones de euros adicionales a través del IVA como consecuencia de la subida de los precios de los productos energéticos. Y esas alzas en los precios de la energía se están trasladando a la cesta de la compra, como refleja la tasa de inflación subyacente del 3,4%, la más alta desde 2008, ya que, aunque las empresas han reducido sus márgenes, nadie vende a pérdidas.
El resultado de la ecuación es que la tasa de inflación en España del 9,8% registrada en marzo es casi el doble que la de la zona euro, que en febrero alcanzó el 5,9% -este viernes se publicará el dato de marzo-. Con todo, es dos puntos porcentuales superior a la alemana, que en el tercer mes del año alcanzó el 7,3% -un máximo de 48 años-. Y eso que para Alemania el objetivo macroeconómico primordial desde la hiperinflación del periodo comprendido entre 1921 y 1923, durante la República de Weimar, ha sido el controlar su evolución, una obsesión que no parece tener el Gobierno de Pedro Sánchez, al haber tardado más de la cuenta en diseñar una batería de medidas para paliar el efecto de la subida del combustible.
En el caso de Francia, donde la inflación se sitúa el 4,1%, el impacto de la electricidad es menor, debido a que la energía nuclear, que en 2020 fue responsable del 70,6% de la generación eléctrica del país según la Organización Internacional de la Energía Atómica, «evoluciona de manera muy distinta al gas», subrayó el miércoles Raymond Torres, director de coyuntura económica de Funcas, en una rueda de prensa en la que el organismo presentó su revisión a la baja para el crecimiento para España en 2022 al 4,2% y su mayor estimación para la inflación, hasta el 6,8% de media anual.
Inflación de doble dígito
La perspectiva a corto plazo es aún más preocupante. Los principales institutos económicos y servicios de estudios hablan de que habrá una aceleración mayor. Martínez Menéndez, de EY, vaticina que en abril seguramente la inflación alcanzará el 10%, si no el 11%.
Desde UBS comparten esa proyección. «La previsión de UBS era que el IPC mensual subiera en marzo un 3,4% (hasta el 9,3%) para alcanzar un pico en abril en el 9,9%. Después del dato de hoy, y a pesar de las medidas del Gobierno, parece que estas expectativas se superarán en unas pocas décimas», comenta Roberto Scholtes, director de estrategia del banco suizo para España, que mantiene su pronóstico de que la inflación rondará el 10% «hasta junio o julio», para después iniciar una «caída abrupta que le llevará probablemente al entorno del 1% en la primavera de 2023».
Antonio Pedraza, presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas, cree incluso que cuando se corrija el cálculo de marzo a mediados del mes que viene podría reflejarse una cifra de doble dígito porque la huelga del transporte, que afectó fundamentalmente a la segunda quincena de marzo, puede tener incidencia.